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Montfort y el acto de ofrenda al amor misericordioso de Teresa de Lisieux

El día que me encargasteis que lo hiciera , me pareció que disiparía mi corazón al ocuparse de mí, pero después Jesús me hizo sentir que obedeciendo con sencillez, es como más le complacería; por otro lado no haré otra cosa que: Comenzar a cantar lo que he de repetir eternamente: ¡¡¡¡Las Misericordias del Señor!!!!. Antes de tomar la pluma, me he arrodillado ante la imagen de María (aquella que  tantas puebas ha dado de las maternales preferencias que la Reina del cielo tiene por nuestra familia), suplicándole que quiera guiar mi mano por tal de no escribir ni una sola línea que no sea de su agrado.

Así comienza Teresa de Lisieux sus manuscritos, la presencia constante de María en ellos, aunque no sea nombrada en muchos momentos, es fruto, como ella misma dice, de las preferencias maternales que la Reina del cielo tuvo con su familia. Esta devoción familiar a la Virgen en su familia debe remontarse a la influencia que tuvo Montfort y sus misioneros de la compañía de María en la región de Normandía donde tantes misiones dieron, comenzando por Montfort, su pueblo de nacimiento, y la expansión que tuvo su apostolado por toda la región.

Dice el P. François Mª Léthel, ocd, que la Historia de un alma al igual que el Tratado de la Verdadera Devoción, son unos libros maravillosos de vida y de doctrina, que terminan con una oración de Consagración a Jesús por María. En Historia de un alma esta consagración es el Acto de ofrenda al Amor Misericordioso. Dos libros que son dos “faros” para iluminar el camino de la santidad a la que todos estamos llamados.

En el Acto de ofrenda al amor Misericordioso, la más bella expresión del cristocentrismo trinitario de Teresa de Lisieux, después de la invocación al Padre, que ha entregado a su Hijo Único, a Jesús, en el misterio de la Eucaristía, de su Pasión, de su Rostro y de su Corazón, y al Espíritu Santo como “Fuego de Amor” y “olas de infinita ternura”, Teresa se ofrece toda ella como “holocausto” al Fuego del Espíritu Santo y en ese Fuego se ofrece a Jesús en la Iglesia, su esposa. Ella se ofrece, en una ofrenda bautismal, a toda la Trinidad cuyo centro es siempre Jesús.

Pero en este Acto hay una especial referencia a María: Teresa: ofrece el amor y méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida, a quien confío mi ofrenda, pidiéndole que te la presente (a Jesús). Esta breve referencia a María nos lleva sin duda a la Consagración de san Luis Mª Grignion de Montfort, que hace que María sea, al igual que en Teresa de Lisieux, la portadora de la misma a Jesús, nos hace esclavos de Jesús por María. Es por Ella y en Ella que el Padre nos ha dado a su Hijo por la acción del Espíritu Santo y Montfort ilumina este papel único de María en el movimiento descendente de la Encarnación y en el movimiento ascendente de nuestra divinización. De una manera más explícita Montfort sitúa su consagración en la prespectiva bautismal y, como Teresa, él se refiere a la Eucaristía. Su simbólica esclavitud de amor corresponde exactamente a aquella del holocausto de amor. Como dice el P. François Mª Léthel, ocd, estas dos fuertes expresiones bíblicas se refieren igualmente al sacrificio de la cruz de aquel que “ha tomado la condición de esclavo por nuestro amor” .

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